jueves, 24 de febrero de 2011

El monólogo de un plebeyo

Ayer paseé mi entrañable soledad por un cine de barrio. Tan poco mío fue ese momento que me tuve que mirar al espejo para creérmelo.

Susana, por decir una, tiene que estar frotándose los ojos.

La tarde noche envidó a chica y yo lo vi de farol. Seguro de mi mismo.

Y el monologuista plebeyo se fue a ver "el discurso del rey". Con la atmósfera propia del solitario, carne de blues facilón: sala grande, trabajada ella, digna y oscura. Habitada por una pareja cincuentona, una mujer de pelo rizado y mi cuerpo, que no tanto mi cabeza, que andaba dando vueltas por diversos parajes.

La película no falló a la cita: historia de superación y tenazidad, lenta, algo previsible y de estética desconchada, de preguerra, bombachos y dignidad. Miré la hora no menos de tres o cuatro veces, pero no me disgustó.

Y salí de allí, con la noche en plan agradable para acompañarme a casa.

1 comentario:

Susana dijo...

si no lo leo no lo creo,je,je!!!!!!!!!!