martes, 22 de abril de 2014

"Jóveles Santo": Llegó Mauro

- A ver Jimena, ¿cuáles son los días de la semana?
- Luuuunes, Maaaltes, Mielcoles, jóveles...

Risas.

- Jimena, Jimena, ¡otra vez!
- ¡No quiero!

Más risas

Mauro quería ser santo, como aquel duque. Por eso se hizo esperar. Y 9 días después de lo eventualmente previsible, le obligaron a salir. Un juéveles santo.

Por ser un parto programado, la sensación se hizo rara. Acostarse sabiéndote nuevo padre al día siguiente no pasa todos los días. Y eso agita el sueño.

Despertador y ambiente de sonrisa nerviosa, impostada, de medio lado. Desayuno con cierto esfuerzo, aquí no pasa nada.

Maleta, tila antes de salir y beso a las niñas.

A las 9:30 como un clavo en la entrada de urgencia de maternidad. Mientras esperamos, Carlos ya se ha equivocado y ha cogido la salida de la A-6 para venir a La Paz, puro talento para relajar todo lo que le rodea.

Llaman a Raquel Llorente Cano, mientras se escapa por el pasillo por el que no me dejan pasar, no aguanto sentado y paseo en círculos. "Alex, tío, no tiene sentido estar nervioso". No me sirve.

Por fin llega Carlos y enseguida sale Raquel en silla de ruedas. Nos vamos a preparto juntos, a la 315 junto a una gitana de marido de mercadillo, madre peleona, abuela observadora y padre de bigote barroco. Todos gritones, le dan a la escena un punto costumbrista que tiene su punto.

Encuentro la salida, recupero a Carlos y subimos. Ya estamos ubicados mientras Puerto, Jesús y "Puertito" llegan.

Histórica la entrada de la enfermera enema en mano, el gitano preguntando que para qué es eso y Carlos y yo saliendo a tropiezos por la puerta mirando al suelo.

Propex y empieza la fiesta. Serán como las 11:30. En un rato la gitana emboca la salida, su séquito barrunta y cogemos un poco de aire.

Todo tranquilo hasta las 14h, en cuanto Raquel termina su comida (paella, bonita paradoja), las contracciones la tumban en la cama y apagan la fuerza de su voz. Reloj en mano, son muy repetidas y fuertes, tal como lo vivimos hace apenas tres años antes. Duele verla.

Al lado una chica de aspecto boliviano a la que se le han parado las contracciones, apura su miedo al ver nuestra escena. El marido ni aguanta en la sala.

Son las 3, Raquel no aguanta mas y pido a la enfermera que a regañadientes venga a verla. A partir de ahí carreras, la han hecho esperar demasiado. Tanto que ni clamando la clemencia de la epidural nos la otorgan.

Según se levanta para sentarse en la silla que la llevará a la salta de parto, rompe aguas. La boliviana loca, la celadora ni se acerca y la enfermera pidiendo pista con voz apresurada en la sala de partos. En la puerta Carlos me mira, la tensión es la máxima de la jornada. "Espérame en la sala de espera y te voy contando".

En la puerta del pasillo de las salas de paritorio un par de nuevos padres enfundados en bata, gorro y calzas verdes mantienen la mirada débil, superados por la circunstancia. A su lado me toca volver a esperar y, como ellos, pongo cara de buenas cartas.

Serían 5 minutos los que pasé mirando la puerta roja hasta que sale la enfermera que a toda prisa y al grito de "que te lo pierdes" me disfraza de calzonazos mientras caminamos rápido hacia paritorio. A las 15:27, 3.510 gramos de un niño precioso y llorón por fin ven la luz.

Raquel sonríe, fotos robadas y casi dos horas de relajada espera para empezar esta nueva historia en la habitación 1209.

Mauro, tío, bienvenido!!