martes, 9 de noviembre de 2010

Que las luces no hagan sombra a la miseria

Una mañana de la segunda mitad de octubre y a mi cuerpo serrano le toca transitar por Bravo Murillo, calle de solera madrileña que limita al este con el poderío sin aliento de la potestad madrileña y al oeste con la jungla multicolor de la emigración que ya cuenta alguna generación por aquí.

En medio del contraste otro más; las luces todavía apagadas que auguran que Papa Noël vendrá, todavía con fuerzas a pesar de la fiebre y la pérdida de peso de estos últimos años.

Pero da igual, operación de cirujía y maquillje, sonrisa de goma, injerto de pelo blanco y ya tenemos aquí al mentiroso regordete de todos los años para contarnos lo de siempre: el cuento de la romería de bolsas de colores que esconden miserias eternas y que van a ponerle flores a la virgen del bolsillo roto. Perfume de reencuentro, pintura de hogar de acogida y peinado solidario y ya tenemos el atrezzo del drama teatral completo.

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