A Heidi le encanta vivir en la montaña. Pero la obligan a ir a la ciudad, por aquello de la educación, etc.
Allí echa de menos su anterior entorno y busca el sitio más alto desde el que divisar las colinas donde vivía.
Sube a un campanario de Frankfurt pero sólo ve los tejados de las casas. El viejo que la acompaña, al ser preguntado por los árboles responde: "los árboles no son tan tontos como para venirse a vivir a Frankfurt".
El desarrollismo es lo que tiene. Tropas de desertores del arado en busca de la moqueta y la tele en color.
Las grandes ciudades que no se aguantan ni a ellas mismas y escupen contaminación, estrés, desorden y desarraigo. Los árboles no tragan con eso y dicen que se quedan.
Probablemente ahora las ciduades son un lugar mejor para vivir. No lo se. A lo mejor es injusto con ellas, pero la metáfora merecía estas líneas.
martes, 29 de diciembre de 2009
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