Tema espinoso el que me ocupa hoy, de los que, como dicen los taurinos, necesitan una "arrimá".
Parece que tenemos a nuestros políticos intentando surfear una ola, la de la mentadísima crisis, que les ha sobrepasado, que ya ha llegado a la playa y que se ha llevado por delante las primeras tumbonas y sombrillas.
Ahora han decidido sentarse entre ellos (cumbre Rajoy - Zapatero), con los agentes sociales (pendiente reunión entre gobierno y sindicatos) y con los señalados con letra escarlata; los bancos (pendiente reunión gobierno - representantes bancarios).
Con ello, empezamos a "tirar" de baúl de los recuerdos y salen recetas como "los pactos de la moncloa" o la "liberalización del mercado de trabajo" como algunas recetas anti-caos.
Este último asunto tiene mucha miga, puesto que es fuente de virulentas discursiones entre las dos españas.
Voy a ser deliberadamente reduccionista (de nuevo), pero es lo que hay, el caso es que el mercado de trabajo, es decir, la contratación - despido está "intervenido", es decir, sujeto a una serie de reglas que hay que cumplir.
El caballo de batalla ahora está en el despido, que en España supone, en la mayoría de los casos, una indeminización. Por esto se le dice que es un mercado intervenido, que es "rígido", porque no se adapta a la pura ley de "oferta y demanda".
Es algo así como si yo decido ir a tomar un café siempre a la misma cafetería, pero si algún día decido cambiar de cafetería tuviera que pagar una indemnización por "abandonarla".
Si yo me "caso" con la cafetería pago por el divorcio. Si una empresa se "casa" con el empleado, también paga en caso de ruptura.
¿Qué pasaría si eso fuese así?, pues que a mi me desincentivarían el hecho de ir a tomar café, ya que sabría que si cambio de idea, paso por caja. Es decir, se venderían menos cafés. Lo mismo aplica, según la doctrina "liberal" (palabra que ahora de risa) a los "empleadores", que el hecho de tener que pagar en caso de despido desincentiva que contraten, lo que significa más paro.
Claro que un café no es un trabajo. Flexibilizar el mercado de trabajo (abaratar despido) tiene un impacto social tremendo, lo que no sabemos, al menos yo no lo se, es si es bueno o malo.
Mi pregunta es la siguiente: si durante "toda" la vida hubiéramos ayudado a las cafeterías aplicando la medida del pago por abandono, ¿qué pasaría ahora si lo intentásemos cambiar?, parecería un drama, seguro. Es algo parecido a cuando en España, hace no tanto, nos planteábamos si legitimar el divorcio, algunos pensaban que se deshacía para siempre los "sólidos mimbres de la sociedad de entonces".
Ahora ambas cosas nos parecen irrisorias, ¿no pasará lo mismo con el trabajo?. Yo no lo se, pero al menos merece que quien tiene la obligación lo reflexione.
lunes, 6 de octubre de 2008
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