Ayer fui "secuestrado" a una cena de una fundación que cuanto menos me resultó curiosa. Evito el nombre por discreción. Es una típica fundación pelín "pijoflash" (nada en contra de ello) auspiciada por una compañía privada con sesgo católico.
Huiré de moralinas por aburridas y farragosas, pero no puedo evitar contar la experiencia.
Lo primero que me llamó la atención es que para conseguir fondos para niños necesitados el plan es darse un "cenorrio" en un castillo. Paradoja (o siplemente contradicción, no lo se) ante la que arqueo las cejas por instinto. No se si me cuadra mucho eso de comer atún rojo marinado y cangrejo con aceite emulsionado de cilantro para acordarnos de quienes no lo pueden hacer.
Lo segundo que catapulta mi sorpresa es la obligatoriedad de llevar vestimenta de gala, traje oscuro para ellos y traje de gala para ellas. Por obvio emito el comentario.
Llega el tercer apartado, la "charlita" del big-boss (presidente) en la que toca dos melodías, una la del autobombo (le faltó golpearse el pecho a lo orangután), la otra la de la media verdad (que bien pensado es una doble mentira). Bostezo de tedio.
El cuarto es la típica rifa, donde supongo que para ver mejor lo que les pasa a otros, sortean televisores de plasma entre los asistentes. Vaya, le toca a un político que todos conocemos mucho. Jaque de la providencia.
Total, hay una parte de todo este circo (porque un circo sí que es) que puedo entender (para conseguir la pasta del personal una buena táctica es hablar su lenguaje), pero hay otra que me cuesta mucho. Sin moralinas, en serio.
viernes, 20 de junio de 2008
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